martes, 27 de abril de 2010

Algunos de mis amores

Uno de los grandes amores de mi vida son mis estudiantes. Los estudiantes adolescentes (que ya son adultos, muchos de ellos) son seres que quiero mucho, aunque muchos de ellos no lo sepan porque fui estricta con ellos. Cada vez que recibo un mensaje o una llamada de ellos, me lleno de alegría.
Me siento muy orgullosa especialmente de los estudiantes que ahora hablan español súper bien. Hay varios con los que no tuve contacto por varios años, y luego al encontrarnos en feisbuk (así se escribe en español, según yo –ja-) o en la calle, me entero de que se ahora son bilingües. Para un estudiante de idiomas, ese es el máximo examen: la vida. Si pudiera, regresaría el tiempo y les pondría una A + (si estuviéramos en México sería un 10).
Estoy orgullosa de esos que fueron mis estudiantes y ahora hablan y escriben bien el español. No digo que fue por mí, pues la mayoría lo hicieron ya al terminar la prepa. Qué hermosos seres esos niños grandes que Dios puso en mi vida en ese momento. Pues los estudiantes de prepa son todavía niños, aunque parezcan adultos.
Los felicito Tannya, Luke, Scott y tantos que por el momento no recuerdo, sólo los menciono a ellos porque me han contactado recientemente y ¡qué bella sorpresa saber que ahora nos podemos comunicar en mi lengua madre! Los amo. –Y a tantos otros que continúan si aventura por la vida aprendiendo español.

lunes, 26 de abril de 2010

Una pequeña conclusión vespertina

He llegado a la conclusión de que para no sufrir cuando un amigo querido fallece a corta edad, es mejor enojarse con ese amigo (ya fallecido). Así evitaré continuar preguntándome y diciéndome por qué, qué triste, qué sería si estuviera vivo; y otros comentarios tristes y deprimentes del tipo de “por qué se fue y por qué murió, por qué el Señor me lo quitó”. Creo que no sufriré tanto si me enojo y mi actitud es tipo: “Fue su culpa, no era tan bueno como lo (la) recuerdo, ni modo, muy su bronca, me molesta que no me haya avisado, me molesta que _________ (Completar la oración como se desee)”.
Conclusión: mejor estar enojada que triste. ¿Tú qué piensas?

jueves, 15 de abril de 2010

¿Qué serán nuestros hijos cuando sean grandes?

Me imagino que todos los padres pensamos qué o cómo serán nuestros hijos e hijas cuando sean grandes. Es natural como padres, tener grandes aspiraciones para nuestros hijos, y pensar que serán exitosos en lo que quieran hacer cuando sean adultos. Muchos hasta piensan en una carrera específica que sus hijos deben seguir, o lo que deberán estudiar en la universidad.

En este mundo se necesita de todo.- plomeros, profesores, músicos, limpiavidrios (de esos que se suben a los edificios súper altos), costureras, enfermeras, etc.etc. No solamente estrellas de rock o presidentes.

Al primer gritillo que nuestro bebé se avienta ya pensamos: será una cantante famosa. O que empiece a construir edificios (como Blyssé) y su papi ya estará pensando en todas las construcciones famosas y útiles que heredará a esta civilización nuestra hija. Y a los niños que patean todo, se les adjudica que serán grandes jugadores de fútbol profesional; y no nada más de los que se avientan una cascarita, sino hablo de los futbolistas tipo Beckham o Maradona. Ni se diga los niños que avientan todo: ¡un John Elway seguro!

¿Pero quién de nosotros pensamos: Mi hijo o hija será un flojo, zángano de la sociedad que probablemente no contribuirá nada en cualquier trabajo que le caiga? ¿O mi hijo será un golpeador de mujeres y tendrá hijos regados por donde vaya? Mejor ya ni le sigo porque es deprimente. Y aunque yo y muchos pensemos: Eso no nos pasará a nosotros; la verdad es otra: todo le puede pasar a todos, incluyéndome a mí.

Mejor disfrutemos la inocencia de estos regalos de Dios. Por ahora dejo el futuro en manos de Dios y que mis hijas sean felices en lo que sea que deciden ser y hacer. Dios las bendiga hijas mías y gracias por hacerme feliz. Ese es su trabajo: hacerme reír y jugar conmigo cada día.

miércoles, 14 de abril de 2010

Hoy lloré por “Mr. Schefrin”

Dios da la vida y Dios la quita. Qué regalo tan frágil y valioso. Hoy me enteré de que el Dr. Brooke Schefrin falleció ayer, de una enfermedad que le detectaron hace aproximadamente un año y medio. Yo no lo vi en todo ese tiempo. La última vez que lo vi, no pensé que sería “la última vez”. Cada vez que veo a cualquier persona, esa puede ser la última vez.

La verdad es que Schefrin y yo no éramos grandes amigos, pero compartimos buenos momentos. Durante siete meses trabajamos juntos, tuvimos estudiantes en común, y por consiguiente, también metas en común. Durante esos siete meses, asistimos a clases para maestros juntos, participamos en actividades de integración juntos (sí, de esas que nada más te hacen perder tiempo, mientras piensas: debería estar revisando tareas o planeando mis clases en vez de estar con estos jueguitos inútiles), planeamos juntos, fuimos a eventos y fiestas juntos, etc. Me llevaba bien con él y creo que era un buen maestro.

Me dio tristeza saber que ya no lo veré en este mundo. Y como siempre que alguien fallece me pregunto: ¿Lo volveré a ver? ¿Y si sí, cuándo, cómo y dónde?

¿Por qué Dios me dio la oportunidad de conocerlo y de trabajar con él? Si había una razón especial, creo que me la perdí. No me parece haber contribuido nada en la vida de Schefrin. ¿Por qué Dios me pone en el camino a ciertas personas? ¿Hay algo que debo hacer o decir? ¿Por qué caminamos juntos en esta vida?

Creo que lloré porque pienso en sus hijos, ya adultos, que no lo tendrán en sus vidas. Y le pido a Dios que yo esté con mis hijas hasta que sean muy viejitas como dice Blyssé. Blyssé me dijo hace unas semanas: Cuando seamos muy muy muy viejitas, nos vamos a ir al cielo con Dios y allá vamos a ver a welito Toño y welita Judy. Así sea.

O quizás lloré solamente porque era una gran persona que ya no está aquí. O simplemente porque me caía bien. O porque otra persona más que se nos va. Quién sabe. ¿O por lo que me recuerda? Todos nos vamos a morir, eso sí. ¿Y qué sigue de aquí? (pregunta retórica)

Ha sido otro recordatorio para mí, para disfrutar a la gente que amo, y comunicarme y estar al servicio de los que me aman. Pero también de los que no amamos… Eso es lo más difícil.

Por ahora, a disfrutar a mi esposo y a mis hijas. Y a mi familia que viene pronto a visitarme. A disfrutarlos y a amarlos. A disfrutar de la vida que se pasa rápido. A disfrutar de lo bueno y desechar lo negativo. A darle gracias a Dios por los regalos de cada día y dejar de preocuparme por pequeñeces. Eso me recuerda “Mr. Schefrin” hoy.

Q.E.P.D. Brooke Schefrin

martes, 13 de abril de 2010

Nadie es monedita de oro…. Y eso incluye a mis hijas

Bien dice el conocido refrán: “No soy monedita de oro para caerle bien a todos”. De eso siempre he estado consciente y nunca me ha dolido. Y digo siempre porque recuerdo ser muy pequeña cuando me di cuenta de eso. Mi dilema es: ¿cómo les ayudo a mis hijas a aprenderlo sin crearles traumas de por vida?
Por ejemplo, Blyssebela es una niña muy inocente todavía, y la verdad es muy tierna. Es buena y generosa con sus amigos a los que quiere mucho. No entiende todavía que a quienes ella considera amigos o amigas, quizás no lo sean. Solamente tiene tres años y no debo preocuparme, pero todas las experiencias son oportunidades de aprendizaje, así que quiero que vaya aprendiendo.
No sé si está bien o mal, pero en repetidas ocasiones he presenciado cuando una niña más grande que ella, a quien Blyssé considera su amiga y a quien adora, le hizo varios desplantes. Blyssé solamente puro carita triste. Los desplantes son de este tipo: no querer jugar con ella, no querer recibir los abrazos y besos que mi hija quiere darle, entre otros del mismo estilo. Entiendo lo apasionada que es Blyssé cuando quiere a sus amigos y otros seres importantes en su vida, pues yo soy igual, pero quisiera que ella, al igual que Allegra, estén preparadas cuando ese cariño no sea recíproco.
Procedí a explicarle: Ella no es una verdadera amiga. Una verdadera amistad no te hace sentir mal, ni te menosprecia. Tú la quieres mucho, pero eso no quiere decir que ella te quiera a ti. Ella solamente me vio y me dijo: Ella es mi amiga y es muy buena.
Yo no pienso mentirle ni crearle ilusiones de que todo en la vida es bello, y de que todos los niños (o los seres humanos de cualquier edad) son buenos siempre.
Esto me hace entender lo que mi madre trató de explicarme tantas veces: que muchas de las que yo consideraba amigas, no lo eran de verdad. Desde afuera, o desde la perspectiva de madre, se ven las cosas muy diferentes.

Shakira

Yo no sé mucho de música, pero alguna vez me gustaron mucho las canciones de Shakira… Y esas canciones me siguen gustando, pero desde que se “internacionalizó” y empezó a cantar en inglés ahí ya no.
¿Qué pasó con las letras tipo “Dónde están los ladrones” y “Se quiere, se mata”? ¿Y esas letras de tanto rencor del bonito (ja ja) hacia alguien que te dejó por otra o que prefirió a otra como la de “Si te vas”? Yo sé que a muchas (y muchos) alguna vez nos hizo cantar recordando a aquel que nos rompió el corazón y se fue con otra (o con otro)…Pero si a la hora del té nada pasa wo-o.
Tú mordiste la manzana y renunciaste al paraíso y ya ahí quedó. Así como ese que nos dejó por esa bruja pedazo de cuero quedó en el olvido, así esas bellas letras de Shakira que nos hacían bailar, cantar y llorar.

jueves, 1 de abril de 2010

Sueños que se hacen realidad

Me imagino que todos hemos tenido sueños de eventos que suceden después en nuestra vida real. Me ha pasado al menos unas cinco veces.
Una vez, cuando enseñaba en Compass, íbamos a tener un viaje a las montañas, cerca de Buena Vista, donde había un grupo de expertos aventureros (no sé cual será su título o puesto) que nos guiarían por una serie de obstáculos en cuerdas, íbamos a ir a escalar, nadar, rockclimbing, andar en caballo, cruzar paredes y murallas, remar, ir en kayak, trepar árboles y demás actividades físicas, las cuales hicimos todas, tanto maestros como estudiantes de secundaria, pero la verdad es que no me quedan ganas de hacer todo eso, me daba miedo en aquel momento y me sigue dando hoy. Pero bueno, por poner el buen ejemplo a mis estudiantes adolescentes, hice todo con ellos. Fue una semana de diversión y arduo trabajo físico.
El día antes de que nos fuéramos a ese viajecito, soñé que ya estábamos allá y que veía una montaña hermosa cerca de donde estábamos, había un establo, y era un lugar bellísimo. Yo nunca había ido ahí antes. En mi sueño, me subía a un caballo negro y al estar arriba me aventaba y me caía. ¡Qué miedo y qué dolor!
Ya que el título de este blog es “Sueños que se hacen realidad” ya sabrán lo que pasó después.
Bueno, la verdad es que yo pensé que eso no sucedería en esta aventura escolar. Durante el viaje en autobús, mi amiga Leigh, que era maestra también, me comentó muchas veces que ella estaba muy nerviosa de tener que subirse a un caballo y que no iba a hacerlo. Yo no le dije de mi sueño para no ponerla nerviosa, y le dije que todo iba a estar bien y no tenía que ponerse nerviosa.
Yo estaba a cargo de 15 estudiantes durante esa semana. Días después de que llegamos al lugar, nos tocó a mis estudiantes y a mí, ir a pasear en caballo. La verdad es que ni me acordé de mi sueño, sólo fui, me subí al caballo, con ayuda de las personas que trabajaban en el lugar y el resto de la historia sucedió como en mi sueño. Cuando estaba tirada en las rocas que me dejaron mis pompis moretoneadas, volteé y vi el mismo bello lugar que había visto en mi sueño. Y fue ahí cuando recordé lo que había soñado varias noches antes.
Todos mis estudiantes ya estaban en sus caballos cuando esto sucedió y me preguntaban si estaba bien. La verdad es que quería llorar del dolor, pero no quería asustarlos, así que les dije que estaba perfectamente bien. Los encargados del establo me preguntaron que si me quería subir a otro caballo o si quería esperarlos ahí a que regresaran. Yo no quería dejar solos a mis estudiantes en esta experiencia, así que les dije que me trajeran otro caballo, y así lo hicieron. Tratando de ocultar mi miedo me volví a subir a otro caballo y durante todo el paseo iba pensando si me iba a tumbar. No volvió a suceder.
Después de esa experiencia pensé: Ya había soñado eso tal como sucedió, pero la verdad es que si volviera a suceder, me volvería a subir al caballo aunque hubiera soñado que me tumbaba.
Dos semanas después, todavía me dolía sentarme.