¡Qué afortunados y bendecidos somos los Byrnes Martínez! Recibimos la primavera del 2013 en Chichén Itzá.
Danny y yo habíamos estado allá hace 14 años. En aquella época todavía podíamos subir a todos los edificios maravillosos, y tocar todas esas construcciones tan inteligentemente planeadas por los Mayas.
Aunque estuvimos a 37 C de temperatura el día que visitamos con Blyssé y Allegra, ellas se comportaron a la altura. Iban ya emocionadas desde semanas antes. Caminaron y admiraron las ruinas; disfrutaron y aprendieron y a su corta edad comprendieron el orgullo de ser mexicanas y de sus raíces.
Les explicamos que probablemente alguno de nuestros antepasados (de ellas y míos) contribuyó a tal maravilla de las ciencias, ingeniería y matemáticas. Aunque sinceramente lo dudo. Mis ancestros pudieron ser de alguna tribu indígena cuyo nombre ni he escuchado mencionar, además de español que igual y tenía mezcla de Marruecos. Tristemente la mayoría de los mexicanos desconocemos nuestras raíces, nuestra herencia de sangre y genealogía. A menos que sean de raza pura, es decir, 100% indígena, como lo son muchos mayas en el sur de México, donde aprenden el idioma maya primero y el español es su segundo idioma.
Sea como sea, mi familia y yo estamos orgullosos de ser mexicanos y disfrutamos muchísimo nuestro paseo a Chichén Itzá y a Valladolid. En Valladolid vimos cómo la gente de ahí bordaba los vestidos y blusas que a Blyssé y a Allegra tanto les gusta usar. Compramos pulseras y bolsas tejidas; y también rebosos y vestidos bordados. ¡Qué belleza!
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