miércoles, 3 de agosto de 2011

Milo: Segunda Parte

El día que conocí a Milo, fue el día que empezó la prepa, un mes o dos después de que había sufrido esa terrible decepción de perder a su mamá, otra vez. Cuando lo vi me asusté un poco, pues él estaba enojado con el director y odiando a todo el mundo, especialmente a los adultos y a todos los que de alguna forma representaran cierta autoridad, esa actitud no me asustó, sino el hecho de que yo era su asesora y no tenía idea de cómo iba ayudarlo.

Milo estaba en mi primer grupo de asesoría que tuve, durante mi primer año como asesora (no mi primer año de maestra; Dios siempre me ha movido a dónde Él sabe conveniente, y ese año milagrosamente se dieron todos los pasos necesarios para ser asesora de prepa). Ese era el primer año de una preparatoria fundada en Denver por Bill Gates, la cual desde el principio fue y sigue siendo una de las mejores (quizas la mejor) escuelas en el estado. Una escuela con diversidad de verdad. Había estudiantes de las familias más pobres y de las más ricas también; había estudiantes nacidos en países de cada continente, y de todos los calores, sabores, creencias, estilos de vida y religiones (y no me refiero a las religiones como se definen en México: católico y "cristiano" ja ja, sino de verdad -diferentes- religiones del mundo). Por ser el primer año, los asesores podían escoger a los estudiantes que querían en su grupo, por diferentes razones (que ahora entiendo que fue solamente por la voluntad de Dios), yo fui la última en escoger mi grupo, por lo que no tuve la oportunidad de elegir, sino que me quedé con los que nadie quería (ja ja): un grupo maravilloso de niños de 14 años, que ahora son unos hombres maduros y buenos, que siempre ocuparán un lugar muy especial en mi corazón, y que a pesar de sus diferencias siguen siendo buenos amigos. ¡Cuánto aprendí de ellos!

Milo era uno de ellos, creo que desde el principio fue obvio que era un líder en nuestro grupo de 12 muchachos (y yo). Rápidamente me di cuenta de que no se sentía amado (lloro cuando me acuerdo), pero sus cuatro años en esa escuela y la gente que ahí conoció le ayudaron a sentirse amado y a saber que él, un niñito abandonado y tal vez poco amado, podía llegar a ser lo que él quisiera ser.

Durante todo el primer año de prepa Milo me dijo cada día que odiaba nuestra escuela y que ya se iba a ir. Gracias a Dios eso no sucedió, y aunque se quejaba, le encantaba estar ahí (era mucho mejor que estar en su casa, donde su padre lo trataba mal, y su madrastra lo ignoraba por completo). Poco a poco fue ablandando su corazón.

Estoy orgullosa de la persona que Milo es hoy en día. Le falta un año para terminar su carrera y tiene un gran futuro por delante. Dios me lo siga bendiciendo.



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