viernes, 26 de agosto de 2011

Ir por unas tortas Alex a las 10 de la noche porque se me antojó una. Solamente cruzamos el puente de Eugenio Garza Sada y ya estás allá; regresas a las 11 de la noche caminando y no pasa nada.

Regresar a altas horas de la noche del Tec, después de estudiar para un examen, o de terminar un trabajo de equipo. Y no pasa nada.

Pedir un aventón con amigas, a un nuevo conocido afuera del antro, después de bailar y bailar. Y no pasa nada.

Salir a cenar, a bailar, a festejar, a platicar, no importa cuándo, dónde ni a qué hora. No importa, porque no pasa nada.

Ir por unos tacos, papas o hamburguesas al carbón, al puesto callejero de la colonia de al lado, a cualquier hora que llegue la visita o que se te antoje. Puedes ir porque no pasa nada.

Jugar en la calle hasta ya muy noche con los vecinitos de la cuadra. Buscar donde esconderte, correr al parque, subirse a los árboles. A cualquier hora, no pasa nada.

Ir al cine y por un café en taxi o caminando. Caminar hasta La Sultana de la Roma y regresar a casa caminando, riendo y platicando. A cualquier hora y no pasa nada.

Ir a Soriana por algo que te falta. Qué bueno que abran las 24 horas del día, porque no pasa nada.

Ir por una Coca al súper de la esquina, de mañana, tarde o noche; cuando quieras, porque no pasa nada.

Tomar cualquier taxi en cualquier punto de la ciudad. Ir por un postre a cualquier Chili's. Ir a misa a las 10 de la noche porque se te hizo tarde. Ir caminando, en taxi o en camión a ver a la tía, amiga de la infancia o la abuelita. Está bien porque no pasa nada.

Hacer lo que quieras, cuando quieras. Disfrutar de la vida de la ciudad, bailar, caminar, pedir 'ride', cenar parada en el puesto callejero, echarte unos tacos al lado de una parada de camión. Hacer nuevos amigos en la madrugada en una fiesta, un restaurante, en un antro. Trabajar, estudiar, ir por alguien, acompañar a alguien, visitar, ir de compras, vivir una vida normal y de paso, feliz.

Podemos hacerlo porque aquí no pasa nada.... Nada malo, todo bueno.



Duele mucho el dolor

Quiero no ver ni escuchar porque el dolor duele. No digo que estoy en lo correcto cuando me he escondido de los noticieros, ni cuando me he tapado los oídos cantando, mientras la gente conversa sobre la última matanza, atraco y crimen.

Ya no quiero que me duela, ya no quiero llorar a escondidas. Por eso cuando vi una foto de un periódico de una persona colgando, intenté bloquearlo en mi mente y poner esa imagen en una parte de mi cerebro donde pueda quedarse tapada y no salga. Pero esa imagen me sigue espantando cada día. Siempre he sido buena para bloquear lo que me duele, porque quiero ser feliz y porque el dolor de adentro duele mucho.

No quiero que me duela, por eso trato de imaginar que las historias que me cuentan cuando hablo por teléfono con mi gente de allá, son puras películas. No quiero que los protagonistas inocentes sean personas reales, quiero que sean actores bien pagados, o monos de peluche que parecen de verdad.

Ya no quiero que me duela, por eso me traté de dormir muy cansada anoche y no quería despertar pronto, porque me vuelvo a acordar y me vuelvo a enterar. Y luego al despertar, inmediatamente me ocupé. Tanto que hacer, muchas ocupaciones y trabajo; eso me puede ayudar para ignorar el dolor.

Y si se salen las imágenes escondidas y me ataca el dolor; y si se salen las lágrimas sin control, tal vez puedo convencerme a mí misma que son las hormonas y no que se está cayendo el cielo para los míos... Allá tan lejos. Tal vez si estoy más lejos duela menos.

¿Cómo no nos va a doler? ¿Quién no ama la tierra que lo vio nacer y crecer? ¿Quién no se llena de emociones cuando recuerda esas calles calientes de concreto que lo vieron caerse y levantarse con raspones en las rodillas? ¿Quién que está lejos, no quiere volver y caminar y bailar por esas calles llenas de luces y de alegría hasta que amanezca?

Si no veo la tele, ni escucho la radio en español, ni hablo por teléfono, ni checo mi correo electrónico, ni leo los periódicos, ni entro a Facebook, tal vez así no duela tanto. ¿Dónde me puedo esconder de mi dolor y el de mi gente?



¿Y ahora, quién podrá ayudarnos?

Todos decimos y oramos "que esto ya se termine, ya no puede seguir así, se tiene que acabar". Pero sigue sucediendo y no se teemina y sigue así, y peor cada vez.

Y yo no hago nada por resolver la situación; y tengo la excusa de que estoy lejos y no en el lugar de los hechos. Y tú que estás allá, tampoco haces nada para cambiar nada. Tú y yo no sabemos qué hacer.

Las marchas por la paz, el vestirte de blanco y el ponerte de rodillas después de comulgar, no lo van a parar. A nadie podemos llamar, no hay quien acudir. En quienes deberíamos confiar nos han defraudado. Los que tienen el poder de decisión, nos quedaron mal otra vez, pero esta vez peor que nunca. Y pensamos en otras alternativas, pero no nos atrevemos a pronunciarlas, y menos a llevarlas a cabo.

¿Tenemos que reunirnos a escondidas y comprar armas como lo hicieron nuestros antepasados héroes y heroínas del pasado, para iniciar una revolución, y buscar la paz y la libertad? ¿Una guerra civil? No podemos ni imaginarlo, nosotros que crecimos tan consentidos en una ciudad tan segura y privilegiada. ¿Quién se arriesgaría a salir a las calles a matar? Las calles donde jugábamos hasta la media noche en los veranos. ¿Cómo nos vamos a defender cuando lleguen a nuestras puertas tocando para matar sin razón?

¿Llamamos a los policías? ¿Al presidente o al gobernador? ¿Al Chapulín Colorado? ¿A mi papá o al vecino? ¿Al ejército de aquí o de allá? ¿A otro país? ¿A una super potencia? ¿Arriesgamos dejar a nuestros hijos huérfanos para recuperar lo que es nuestro y lo más preciado en la vida: la paz y la libertad?



Location:En un lado oscuro y triste

jueves, 25 de agosto de 2011

Nos gusta el grupo de juegos de Blyssé

Blyssé ha sido parte de un grupo de juegos (playgroup) con niños de su edad, desde que tiene 10 meses de edad. Es un buen grupo, que se creó por casualidad; pues antes no nos conocíamos, y se puede decir que lo único que las familias de este grupo tenemos en común son: que vivimos cerca, y que tenemos hijos de la misma edad.

Este grupo ha superado altas y bajas, cambios de horario, diferencias de todo tipo, mudanzas y demás. Y aunque el grupo era más grande al inicio, las familias que iniciamos este grupo, somos cinco y seguimos reuniéndonos al menos dos meses al mes.

Estos niños se conocen, se quieren, y se valoran. Han celebrado cada uno de sus cumpleaños juntos, han crecido juntos, han jugado juntos, han compartido y peleado, y han aprendido mucho juntos.

Algo que me gusta de este grupo y por lo que las otras mamás y yo continuamos haciendo el esfuerzo de seguir adelante, es que todas somos diferentes y hemos aprendido a aceptar tales diferencias. Después de todo, lo que nos une y la característica que todas compartimos es que amamos a nuestros hijos, queremos que crezcan con amigos que los conozcan, los acepten y los quieran.

Es muy interesante ver como cada uno de estos niñitos tiene sus talentos específicos, al igual que sus imperfecciones. Creo que a todas las mamás nos encanta ver los procesos que cada uno de los otros niños (y los nuestros) van viviendo, y cómo son de diferentes y únicos.

Cada uno de los miembros de este grupo (los niños, las mamás no importan -ja-) es valorado y aplaudido cuando hace algo bien. Me gusta que no se dan las envidias ni comparaciones negativas de parte de las mamás hacia los niños (como desafortunadamente sí he visto en otros grupos). Por ejemplo, a las otras mamás y a sus niños, les encanta que Blyssé lea tan bien en inglés y en español, los dibujos que empezó a hacer desde pequeña, y que solita empezó a escribir. Su talento es reconocido y no hay comparaciones tontas.

Uno de los niños, que es dos meses menor que Blyssé, cuando tenía como 9 meses, aventaba y cachaba la pelota como todo un atleta. Mis niñas y yo lo admiramos y le aplaudimos, pues comprendemos que eso es algo que a nosotras no se nos da naturalmente.

La última vez que nos reunimos con ellos, fuimos a nadar. Admiro a varios de ellos que se lanzan sin miedo a la alberca y que nadan tan bien a tan corta edad.

Otro de ellos es muy musical, se le facilita aprender a tocar instrumentos musicales a tan corta edad, y desde pequeñito mostró interés en la música y el canto. Lo admiro y me encanta verlo desarrollarse.

Los pilones del grupo son los bebés: Allegra y Alec, que se llevan solamente 8 horas de edad. Los más grandes siempre los han cuidado, y tratado con amor.

Cada uno de ellos tiene sus talentos y su personalidad tan hermosa y tan diferente. Saben que son valorados y saben que ocupan un lugar importante en este pequeño grupo y en los corazones de sus otros amigos. Por eso es importante para nosotras seguir siendo parte de este grupo.

¡Los queremos mucho Rowan, Brodyn, Halcyon y Mateo! Y a Jaina también, que aunque ya se fue a vivir a otro estado, sigue en contacto y siempre es recordada.



miércoles, 24 de agosto de 2011

¡Gracias Apple!




Hace como tres semanas estaba desayunando en el Mimi's Café con dos amigas.
Dos de nosotras fuimos al baño y al regresar el botón de mi i-Phone estaba quebrado y ya no funcionaba. No sé cómo sucedió, probablemente sufrió una fuerte caída durante mi ausencia; pero no sería la primera vez que se me cae, pues yo no soy la persona más cuidadosa y además, seguido mis hijas leen y juegan juegos educativos en mi teléfono. Sin ese botón, mi teléfono podía hacer todo, menos apagarse.

Al día siguiente mi esposo y yo fuimos a nuestra tienda Apple más cercana, para ver qué podían hacer. Aunque la garantía de mi i-Phone 4 ya se había vencido hace un buen tiempo, ¡me dieron uno nuevo! Se quedaron con el del botón quebrado y me dieron otro i-Phone 4 (el mismo modelo), completamente nuevo.

¡Gracias Apple por un servicio al cliente excelente, que excede mis expectativas! Cabe mencionar que esta no es la primera vez que mi esposo y yo tenemos una buena experiencia con Apple, pero para mí, esta es la mejor experiencia de servicio al cliente que he tenido.

martes, 16 de agosto de 2011

¿Envidia de la buena?

No es necesario envidiar la buena fortuna y las bendiciones de los demás.

Así como hay felicidad, alegría, buenos y gratos momentos en nuestras vidas, también encontramos problemas, tristezas, tragedias, decepciones e inconvenientes. En este mundo imperfecto, no hay excepciones: todos sufrimos en algún momento de nuestras vidas.

No permitas que la envidia te ataque; todos tenemos nuestra propia historia y nuestro propio camino. No te compares; vive tu vida feliz, trabaja para obtener lo que deseas, ponte en contacto directo con Dios, haz oración, da gracias cada día por las bendiciones recibidas y enfócate en lo bueno que tú y los tuyos tienen.

Disfruta de tu camino por esta vida, no es igual al camino que otros van a recorrer. Todos somos diferentes, cada uno con nuestras virtudes y defectos. Alégrate con las alegrías de los demás, y si eres afortunado, encontrarás 'buenos amigos de verdad' que se alegrarán con tus logros y tus momentos de felicidad.

No pierdas tu valioso tiempo comparándote; ni deseando lo que otros tienen; ni queriendo ser como alguien más, ni pensando que tú y tus hijos son como otros. Recuerda que eres único, disfruta de esas diferencias, y sé feliz.


lunes, 15 de agosto de 2011

Acción de gracias

Pequeños placeres de la vida: ver al cielo e imaginar que vuelas, o que puedes ver todo desde arriba, desde una perspectiva más amplia, cubriendo todos los puntos de vista. Respirar profundo mientras ves el atardecer. Ver a tus hijas brincar y bailar felices. Escuchar sus voces cantando y riendo alegremente. ¡Qué felicidad! Gracias Dios.



lunes, 8 de agosto de 2011

Mexicanos en E.U.: ¡Enseñémosles español a nuestros hijos!










¿Por qué no les enseñaría el español a mis hijas, si es mi idioma? El idioma o los idiomas con los que crecemos, son parte de nuestra cultura y de nuestro ser.

En muchos países, la gente crece aprendiendo y hablando varios idiomas. Hoy en día, en México y en otros países de habla hispana, se intenta enseñarle a los niños el inglés desde pequeños. Quienes son más privilegiados, pueden asistir a escuelas bilingües, donde aprenden a leer, escribir y hablar inglés perfectamente, mientras el español, naturalmente se aprende en el hogar y en la vida diaria fuera de la escuela.

En Estados Unidos, se promueve cada vez más la enseñanza de un segundo idioma, especialmente se está apoyando cada vez más el español en las escuelas, al menos en la preparatoria. Aunque también hay quienes no ven el beneficio de hablar otro idioma, más que el inglés.

Admiro a los padres estadounidenses que crecieron en un hogar monolingüe y que aun así, reconocen la importancia de que sus hijos aprendan otros idiomas. Tengo varias amigos que no aprendieron español, sino hasta su vida adulta (como yo con el inglés), y les hablan a sus hijos todo el español que pueden, además de buscar un ambiente donde sus hijos puedan escuchar y practicar español.

No comprendo del todo a muchos padres que he conocido en Estados Unidos, que habiendo crecido hablando otro idioma diferente al inglés, no se lo enseñan a sus hijos, ni hacen el intento. Por ejemplo, tuve estudiantes cuyos padres eran tan mexicanos como yo y al mudarse a Estados Unidos, nunca les enseñaron el español a sus hijos. Probablemente no reconocen que al perder el idioma de nuestros ancestros, perdemos también parte de nuestras raíces, cultura, tradiciones y valores también.

Muchos padres se excusan diciendo que sus hijos no les 'quieren' hablar en español y por eso ellos les hablan en inglés. Pero me pongo en su lugar y me pregunto: "Si yo soy más mexicana que el mole, la tortilla y el mariachi, ¿por qué les hablaría a mis hijas en inglés?". La única razón por la que tomaría la decisión de hablarles en inglés, sería si nos fuéramos a vivir a un país donde ellas no tuvieran contacto con el idioma inglés, y por lo tanto, solamente hablándolo conmigo y su padre podrían aprenderlo. Entonces sí haría el esfuerzo por hablarles ese idioma, para que no lo perdieran.

Mi pequeño consejo: Si vives en Estados Unidos, y tu hijo o hija solamente te 'quiere' hablar en inglés, sigue siempre hablándole en español, especialmente si es tu lengua madre. No permitas que se pierda nuestro bello idioma, tus hijos serán los más beneficiados. Si al igual que yo, tienes el águila parada sobre un nopal devorando una serpiente grabada en tu corazón, ¡contéstales a tus hijos en español aunque ellos te hablen en inglés!


domingo, 7 de agosto de 2011

Disfrutemos la vida con quienes amamos y nos aman

La vida: ¡Qué gran regalo! Y pasan los segundos, los minutos, los días y de repente ya tengo treinta y cinco años. Amigos y familiares muy amados ya terminaron su recorrido en esta vida, y aquí ya no podremos compartir más.

Como humana, tengo muchas limitaciones, y el manejo del tiempo es una de ellas. No puedo regresar y cambiar nada de lo que he vivido, ni puedo agregar horas a un día, ni días a un año de mi vida. Sólo tengo el presente, el aquí y el ahora.

La vida: ¿Quién la tiene asegurada? Nadie, ni ricos ni pobres, ni buenos ni malos, ni bonitos ni feos, ni viejos ni jóvenes. Todos somos iguales y estamos en la misma situación. Nadie sabemos cuando se termina este camino que Dios nos permite disfrutar.

Por eso decido que lo poco o mucho que me quede de vida en este mundo, lo voy a compartir con gente a quien amo y me ama, a quien respeto y me respeta, de quien aprendo y quien está dispuesto a aprender de mí. Es mi deseo tener cerca a familiares y amigos que no sean celosos, envidiosos, hipócritas, ni mentirosos, y que me ayuden a no ser así. Quiero dedicarle tiempo a amistades y familiares que compartan sus sentimientos, pensamientos y emociones, abierta y sinceramente, sin compromisos, sin presiones, sin tratar de quedar bien.

Decido libremente no perder el tiempo que me quede en este mundo con la gente que cree que mi vida y su vida son una competencia. No quiero estar con gente que me dice algo a mí y cuando me volteo dice lo contrario. No quiero cerca de mi ni de los míos, a quienes nos critican cuando no estamos presentes, ni a quienes se burlan de mí y de los míos para ellos sentirse mejor.

No quiero estar con quienes dicen que todo es relativo; prefiero aprender de quienes defienden sus ideas, aunque no coincidan con las mías.

El 'que dirán', el esperar pago por un favor, la competencia, la envidia, la hipocresía; el darle importancia a las marcas de ropa, zapatos y accesorios, a los diseñadores de moda, a la dieta que me haga ver como 'se supone' que me debo ver. No quiero eso en mi vida.

A los que no les cae bien mi esposo, los que hablan mal de mi y de mis hijas cuando no estamos presentes, los que sienten que tienen que competir conmigo, en vez de disfrutar nuestras diferencias. No los quiero en mi vida.

Recibo con los brazos abiertos a los que quieren compartir conmigo sus logros y los de su familia. A quienes les gusta escuchar y celebrar conmigo mis logros y los de mi familia. A aquellos que se alegran con mis alegrías, y se entristecen con mis tristezas. A los apasionados en lo que hacen, a los que dan sin esperar nada a cambio, a quienes quieren aprender día a día junto conmigo, a quienes me dicen que me quieren y que soy importante en sus vidas, a los que se emocionan cuando yo les digo que los quiero y que son importantes en mi vida. A los que no 'se sienten' con insignificancias, a quienes se atreven a salir de su casa sin maquillaje y en chanclas; a quienes se atreven a llorar conmigo y a reirse a carcajadas también, a quien se atreve a decirme que no está de acuerdo conmigo, y me pregunta mi opinión, a esos individuos quiero en mi vida.

¡Los amo buenos amigos! A ustedes los quiero en mi vida.





jueves, 4 de agosto de 2011

¿Hipocresía?

Un niño al menos un año mayor que Blyssé le pegó, y ella le dijo a su mamá. La respuesta de esta mamá fue que Blyssé no debía ser chismosa, y que los niños se deben arreglar solos. Mi decisión: alejarme de alguien con quien mis hijas no estén seguras.

Hace unos días me la encontré y me contó que estaba muy enojada porque un niño le había pegado a su hijo y lo había hecho llorar. Dijo tenía que ir a reclamarle a esos "padres irresponsables, que no ven todo lo malo que su hijo hace".

Si tu hijo pega u ofende: está bien, es un niño y es normal. ¡Qué los demás aprendan a defenderse!

Si a tu hijo le pegan o lo ofenden: es de verdad algo serio, ese niño y sus padres necesitan terapia.

¡Qué diferencia!

miércoles, 3 de agosto de 2011

Milo: Segunda Parte

El día que conocí a Milo, fue el día que empezó la prepa, un mes o dos después de que había sufrido esa terrible decepción de perder a su mamá, otra vez. Cuando lo vi me asusté un poco, pues él estaba enojado con el director y odiando a todo el mundo, especialmente a los adultos y a todos los que de alguna forma representaran cierta autoridad, esa actitud no me asustó, sino el hecho de que yo era su asesora y no tenía idea de cómo iba ayudarlo.

Milo estaba en mi primer grupo de asesoría que tuve, durante mi primer año como asesora (no mi primer año de maestra; Dios siempre me ha movido a dónde Él sabe conveniente, y ese año milagrosamente se dieron todos los pasos necesarios para ser asesora de prepa). Ese era el primer año de una preparatoria fundada en Denver por Bill Gates, la cual desde el principio fue y sigue siendo una de las mejores (quizas la mejor) escuelas en el estado. Una escuela con diversidad de verdad. Había estudiantes de las familias más pobres y de las más ricas también; había estudiantes nacidos en países de cada continente, y de todos los calores, sabores, creencias, estilos de vida y religiones (y no me refiero a las religiones como se definen en México: católico y "cristiano" ja ja, sino de verdad -diferentes- religiones del mundo). Por ser el primer año, los asesores podían escoger a los estudiantes que querían en su grupo, por diferentes razones (que ahora entiendo que fue solamente por la voluntad de Dios), yo fui la última en escoger mi grupo, por lo que no tuve la oportunidad de elegir, sino que me quedé con los que nadie quería (ja ja): un grupo maravilloso de niños de 14 años, que ahora son unos hombres maduros y buenos, que siempre ocuparán un lugar muy especial en mi corazón, y que a pesar de sus diferencias siguen siendo buenos amigos. ¡Cuánto aprendí de ellos!

Milo era uno de ellos, creo que desde el principio fue obvio que era un líder en nuestro grupo de 12 muchachos (y yo). Rápidamente me di cuenta de que no se sentía amado (lloro cuando me acuerdo), pero sus cuatro años en esa escuela y la gente que ahí conoció le ayudaron a sentirse amado y a saber que él, un niñito abandonado y tal vez poco amado, podía llegar a ser lo que él quisiera ser.

Durante todo el primer año de prepa Milo me dijo cada día que odiaba nuestra escuela y que ya se iba a ir. Gracias a Dios eso no sucedió, y aunque se quejaba, le encantaba estar ahí (era mucho mejor que estar en su casa, donde su padre lo trataba mal, y su madrastra lo ignoraba por completo). Poco a poco fue ablandando su corazón.

Estoy orgullosa de la persona que Milo es hoy en día. Le falta un año para terminar su carrera y tiene un gran futuro por delante. Dios me lo siga bendiciendo.



martes, 2 de agosto de 2011

Milo

Esta historia es real, pero los nombres (nombre) han sido cambiados, para proteger la privacidad de los verdaderos protagonistas (protagonista).

Milo fue entregado a un orfanatorio en Etiopía, a las pocas semanas de nacido; se puede decir que fue más afortunado que todos los demás bebés que a diario son tirados en la calle en ese país.

Años después, sus abuelos lo encontraron en el orfanato y se lo llevaron a vivir con ellos, en un pueblo pequeño. Su mamá, aunque vivía en el mismo pueblito, se tardó en buscarlo, pero un día llegó con varios hijos y se presentó. Milo no había tenido nunca una conexión con su mamá, y lo más cercano a una figura materna, era su abuela, pero aún así estaba muy emocionado de por fin conocer a su mamá.

Como si fuera una película, al día siguiente de que conoció a su mamá, Milo saldría de Etiopía para encontrarse con su padre por primera vez. Éste se había ido a vivir a Estados Unidos no hacía mucho tiempo, y ahora estaba dispuesto a hacerse cargo de su hijo casi adolescente, a quien nunca había visto.

Milo y su madre prometieron que se verían pronto. El último recuerdo que Milo tiene de la tierra que lo vio nacer, son "los pies descalzos de sus hermanos y de su madre y sus manos diciéndole adiós", mientras él se subía a un avioncito que lo llevaría a uno más grande, luego a otro aún más grande, para después llegar a Colorado, el lugar que él ahora considera su hogar.

Durante tres años, Milo pensaba cada día en volver a Etiopía y abrazar a su mamá, mientras tanto, se fueron conociendo hablando por teléfono dos veces al mes, a veces un poco más. Su padre le prometió que si se portaba bien, podría ir a Etiopía de vacaciones para pasar un tiempo con su madre. Cuando el padre puso fecha, Milo contaba los días para que ese día llegara.

Por un tiempo, no se pudo comunicar con su mamá y cada día al regresar de la escuela, le preguntaba a su papá o a su madrastra si su mamá había llamado, y la respuesta siempre era negativa.

Una semana antes de que se llegara el gran día en que Milo volvería a ver a su mamá, su papá le dijo que su viaje se había cancelado, que no tenía caso que fuera. Le habían llamado meses antes para avisarle que su mamá había fallecido, pero el padre no se lo dijo, hasta una semana antes de que se llegara "el gran día" para Milo.

Esa noche Milo lloró amargamente.

Continuará...


Location:Etiopía

lunes, 1 de agosto de 2011

Princesas de la Vida Real

El día después de que se casó el príncipe William, Blyssé me dijo que Papi estaba viendo las noticias y que alguien se estaba casando; ella le preguntó quienes eran los novios y Papi le explicó que era un príncipe y una princesa (aunque técnicamente, la esposa del Príncipe William no es princesa, ¿verdad?

Entonces Blyssé continuó diciéndome que la princesa se veía muy bonita y su vestido estaba hermoso. Concluyó asegurando: "Pero mami, tú te veías más bonita que esa princesa, cuando te casaste".

Claro que me hizo reír. ¡Qué amor tan inocente y puro el de una hija!